20 Febrero 2020
En los siglos XVI y XVII, las grandes potencias marítimas europeas (Portugal, España, Holanda, Inglaterra y Francia) se enfrentaron violentamente para dominar los nuevos territorios americanos y la ruta que recorría toda la costa africana en dirección a Asia. En puntos estratégicos se asentaron colonos que sometieron a agotadores trabajos manuales a las poblaciones nativas y a los esclavos negros.
A lo largo y ancho del planeta se establecieron dos tipos de colonias: las de asentamiento, fundadas por emigrantes que abandonaban su lugar de origen, emprendían una nueva vida y trabajaban en ellas, y las comerciales, que sólo establecían bases o factorías para concentrar las materias primas que explotaban las compañías privadas y luego distribuirlas.
De los numerosos productos llegados al Viejo Mundo destacaron las pieles, los cueros, el oro, la plata, el tabaco, las frutas y verduras (en especial el maíz, las judías, el jitomate y la papa), y maderas finas de América; el algodón, la seda, las especias y los perfumes de Asia; el oro, el azúcar y los esclavos de África. La conquista y colonización del continente americano, el comercio de esclavos africanos, la penetración en la India y el Extremo oriente, así como la exploración del círculo glacial Ártico fueron algunas de las grandes aventuras que terminaron siendo los más exitosos negocios.