Hace ya mucho tiempo en una tierra muy lejana vivía un caballero que pensaba que era bueno y generoso y amoroso. Hacia todo lo que solían hacer todos los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba dragones y rescataba damiselas en apuros.
Nuestro caballero era famoso por su armadura. Reflejaba unos rayos de luz tan brillantes que la gente en el pueblo juraba haber visto el sol salir en el norte o ponerse en el este.
El caballero tenía una mujer fiel y bastante tolerante, Julieta, también tenía un joven hijo de cabellos dorados, Cristóbal.
Un día Julieta se enfrento a su marido. Creo que amas más a tu armadura de lo que me amas a mí.
Si no te quitas esa armadura cogeré a Cristóbal subiré a mi caballo y me marchare de tu vida.
De mala gana intento quitarse el yelmo pero no se movió, aunque tiro de la visera una y otra vez no consiguió nada.
El caballero se entristeció mucho porque Julieta no creía que estaba intentando quitarse la armadura.
En algún lugar debe haber alguien que me pueda ayudar. Pensó.
Después de meses de buscar en vano el caballero estaba bastante desanimado.
El caballero encogió los hombros y sorbió líquido por la caña. Los primeros sorbos le parecieron amargos, los siguientes más agradables y los últimos fueron deliciosos.
No quiero esperar a quitarme la armadura quiero volver ahora y ser un marido bueno, generoso y amoroso para Julieta y un gran padre para Cristóbal.
¿Y cuándo fue la última vez que sentisteis el calor de un beso, olisteis la fragancia de una flor, o escuchasteis una hermosa melodía sin que vuestra armadura se interpusiera entre vosotros. Tenéis razón, Merlín. Tengo que librarme de esta armadura por mí mismo .El caballero medito sobre esto, la pena que había sentido era tan profunda que su armadura
no había podido protegerle. Al contrario. Sus lágrimas habían comenzado a deshacer el acero que lo rodeaba.
He pasado casi toda mi vida decepcionándome.
Por un momento deseo no haber dejado atrás su espada, Merlín le había prometido que no tendría que matar dragones, y el caballero confiaba plenamente en el mago.
Uno debe estar solo para poder dejar atrás su armadura el caballero abrió más los ojos y se sentó. Miro a su alrededor sorprendido. Sin lugar a dudas se encontraba sentado sobre el sendero de la verdad, al otro lado del castillo del silencio.
No os estáis volviendo locos. Simplemente estáis empezando a escuchar a vuestro yo verdadero.
El caballero, ardilla y Rebeca continuaron el viaje por el sendero de la verdad en dirección al castillo del conocimiento.
Había necesitado las cosas agradables que Julita solía hacer, como invitar amigos para que lo animaran después que se quedara atrapado en su armadura.
Había necesitado el amor de Julieta y Cristóbal porque se amaba a sí mismo.
No conocéis la verdad y la verdad es amor esto consoló al caballero, que deja de llorar.
El caballero se miro al espejo, la amabilidad, la compasión, el amor, la inteligencia y la generosidad le devolvieron la mirada. Se había dado cuenta que para tener todas esas cualidades era necesario reclamarlas, pues siempre habían estado ahí. Los humanos tenemos mentes más complicadas que hacen que deseamos ser mejores.
La ambición del corazón es pura. No compite con nadie y no hace daño a nadie.
Recibís la misma energía vital de un árbol, utilizáis la misma agua, el mismo aire y la misma nutrición de la tierra, os aseguro que si aprendéis del árbol podréis dar fruto y no tardareis en tener todos los caballos y castillos que deseáis.
-A partir de este momento mis ambiciones vendrán del corazón- prometió el caballero, y se encontró otra vez en el sendero de la verdad.
El caballero recordó que no necesitaba probar nada, era bueno, generoso y amoroso, por lo tanto no debía sentir ni miedo n i dudas.
Si enfrentas el dragón existe la posibilidad de que lo elimines, pero si no te enfrentas a él es seguro de que te destruirá.
Pero esta vez el caballero que marchaba hacia el dragón era otro, uno que cantaba una y otra vez. El miedo y la duda son ilusiones.
El dragón lanzo gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más que lo intentaba no lograba hacerlo arder.
Lo vez yo tenía razón. El conocimiento de uno mismo puede matar al dragón del miedo y la duda.
El sendero parecía aun más empinado que antes, pero no importaba sabia que ya nada lo podía detener.
Cuando ya casi había llegado a la cima se encontró con un canto rodeado que bloqueaba su camino. Como siempre había una inscripción sobre el AUNQUE ESTE UNIVERSO POSEO, NADA POSEO, PUES NO PUEDO CONOCER LO DESCONOCIDO SI ME AFERRO A LO CONOCIDO.
Quería decir la inscripción que debía soltarse y dejarse caer al abismo de lo desconocido. El caballero no parecía tener una alternativa perdía fuerza con cada segundo que pasaba y la sangre brotaba de sus dedos allí donde se aferraba a la roca. Pensando que moriría se dejo ir y se precipito al abismo, a la profundidad infinita de su recuerdo.
A partir de ese momento nunca más culparía a nada ni a nadie de todos los errores y desgracias, le sobrevino una desconocida sensación de calma y algo muy extraño le sucedió, empezó a caer hacia arriba. El caballero permaneció en la cima respirando profundamente y le sobrevino una sobrecogedora sensación de bienestar.
Su corazón rebosaba de amor por sí mismo, por Julieta y Cristóbal, por Merlín, por la ardilla y por Rebeca, por la vida y por todo el maravilloso mundo.
Casi muero por todas las lágrimas que no derrame. Pensó. El caballero lloraba de alegría, sonrió, atreves de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de él, resplandeciente como la luna, deslumbrante como el sol.
Porque ahora el caballero era el arrollo. Era la luna. Era el sol. Podía hacer todas estas cosas a la vez, y más, porque era uno con el universo. Era amor